21. JESSE HARDING POMEROY.
Uno de los primeros casos conocidos acerca de niƱos asesinos es el del norteamericano Jesse Harding Pomeroy, nacido el 29 de Noviembre de 1859 en el pueblo de Charleston, Massachusetts. Fue el segundo hijo de Thomas y Ruthann Pomeroy, personas que vivĆan en la medianĆa econĆ³mica de ese entonces. Se dice que el padre de familia era un sujeto abusivo y alcohĆ³lico, no muy diferente de la gran mayorĆa de hombres de su condiciĆ³n. Por cualquier motivo que lo enfureciera, llevaba a sus hijos a una cabaƱa donde los desnudaba y aporreaba hasta aplacarse. De estas palizas Jesse no asimilĆ³ la idea de la buena conducta, sino una forma pervertida del placer y la diversiĆ³n. De acuerdo a los relatos de la Ć©poca la apariencia de Pomeroy inspiraba miedo. El mismo estaba conciente de que era un sujeto diferente. Su cuerpo era muy grande para su edad, asĆ como su cabeza, orejas y rasgos faciales poco favorecedores. Su ojo derecho carecĆa de iris y pupila, confiriĆ©ndole un aspecto aterrador.
Ni su propio padre podĆa mirarlo sin experimentar un escalofrĆo.Como siempre ocurre, en consecuencia o a causa de ser diferente, Pomeroy era un sujeto retraĆdo y solitario. Nadie lo recordaba sonriendo pero si por sus extraƱos ataques nerviosos que de vez en cuando lo atacaban. Por lo tanto durante su tierna niƱez seguramente fue pasto de los niƱos abusadores de su barrio. En casa de la familia Pomeroy no podĆa haber mascotas. De forma inesperada, aparecĆan muertos. Una vez, los canarios de la seƱora Pomeroy aparecieron con las cabezas arrancadas y despuĆ©s de que descubriera a Jesse torturando al gato de los vecinos, se decidiĆ³ que no entrarĆan mĆ”s animales al domicilio. Esta conducta violenta contra los animales forma parte de la clĆ”sica triada fatĆdica observada en la mayorĆa de los asesinos seriales del mundo. Los animales constituyen la experimentaciĆ³n del sadismo y la violencia que en un futuro el psicĆ³pata ha de aplicar a sus semejantes.
En una suerte de lenta pero trĆ”gica evoluciĆ³n, Pomeroy decidiĆ³ descargar sus locuras contra nuevas presas, eligiĆ©ndolas de acuerdo a su edad, niƱos mĆ”s pequeƱos que Ć©l. El primero fue el niƱo William Paine que fue hallado un dĆa de diciembre de 1871 por dos hombres que caminaban por una calle solitaria. HabĆan escuchado un lloro quedo y apagado y al acercarse a una pequeƱa cabaƱa pudieron escucharlo con mayor claridad y al entrar quedaron sorprendidos al ver al pequeƱo niƱo de 4 aƱos colgar de las manos, que estaban atadas con una cuerda suspendida del techo del lugar. Apenas consciente lloraba Paine, cubierta su espalda de laceraciones y fuertes moretones. No pudo denunciar a su atacante.
El siguiente fue Tracy Hayden de 7 aƱos quien en Febrero de 1872 fue engaƱado por Pomeroy para llevarlo a un lugar apartado con la promesa de ir a ver a los soldados. Una vez apartados de cualquier distracciĆ³n, procediĆ³ a amarrarlo y a torturarlo con la misma furia que habĆa aplicado al pequeƱo Paine. Del ataque Hayden resultĆ³ con los ojos morados, los dientes frontales partidos, la nariz rota y el torso cubierto de heridas y verdugones. Tras este episodio la policĆa solo pudo enterarse que el atacante era un muchachito de cabello castaƱo, escasa informaciĆ³n como para que las autoridades pudieran hacer algo al respecto. Luego a mediados de Abril de 1872 Pomeroy prometiĆ³ llevar al circo al jovencito de 8 aƱos Robert Maier y despuĆ©s de caminar hasta sus apartados dominios lo sometiĆ³ como acostumbraba con sus vĆctimas. Lo desnudĆ³ casi por completo y mientras lo golpeaba con una vara lo obligaba a maldecir. Maier reportĆ³ que mientras Pomeroy lo vapuleaba se masturbaba disfrutando el sufrimiento que le provocaba. Al terminar lo soltĆ³ y le jurĆ³ que lo matarĆa si lo delataba con alguien. DespuĆ©s huyĆ³ del lugar. La policĆa comenzĆ³ a actuar interrogando numerosos adolescentes de cabello castaƱo. Los medios comenzaron a mostrarse nerviosos y los padres advertĆan fervientemente a sus hijos no juntarse ni hablar con extraƱos en la calle. Por alguna razĆ³n la descripciĆ³n del sĆ”dico bribĆ³n derivĆ³ en la de un adolescente de barba y pelirrojo. Mientras tanto el lampiƱo y castaƱo Jesse Pomeroy escapaba con comodidad de la bĆŗsqueda policial.
El siguiente golpe, a mediados de Julio, fue contra un niƱo desconocido de 7 aƱos a quien le fue propinado el mismo tratamiento que a los demĆ”s, es decir una feroz paliza hasta que Pomeroy alcanzĆ³ el orgasmo. Esta vez la policĆa ofreciĆ³ una recompensa de $500 dĆ³lares a quien ayudara en la captura del "sĆ”dico bribĆ³n" como era llamado el adolescente que atormentaba los niƱos de Boston. Poco tiempo despuĆ©s Ruth Pomeroy decidiĆ³ que su familia se mudara al sur de Boston. Se especula que la seƱora sospechaba acerca de la posible responsabilidad de su hijo en los recientes ataques a infantes. Aunque es posible que se hayan movido por cualquier motivo. Sin embargo cuando los ataques tambiĆ©n se escenificaron de Chelsea a su nuevo rumbo seguramente algo debiĆ³ haber pensado, pero no se sabe realmente. La madre de Jesse siempre permaneciĆ³ fiel a su hijo, y negarĆa las imputaciones formuladas contra su hijo.
George Pratt andaba en las calles cuando fue abordado por Pomeroy y con al promesa de recompensarlo con un dinero por traer un mandado lo condujo a un lugar solitario donde comenzĆ³ su inhumano ataque. DespuĆ©s de atarlo y desnudarlo lo aporreĆ³ sin misericordia con un cinturĆ³n.
Esta vez elevĆ³ el nivel de sus atrocidades, mordiĆ©ndole un cachete y araƱƔndolo profundamente en la piel. Varias veces le enterrĆ³ una larga aguja en diversas partes del cuerpo. IntentĆ³ inclusive clavĆ”rsela en un ojo, pero Pratt logrĆ³ colocarse en posiciĆ³n fetal antes que Pomeroy lograra su objetivo. Por fortuna, el sĆ”dico bribĆ³n habĆa saciado su sed de violencia y huyĆ³ del lugar no sin antes morderle un glĆŗteo al desafortunado niƱo. Una vez visto el caso por las autoridades concluyeron que no podĆa ser obra mĆ”s que de un sujeto demente, entonces temieron lo peor, que continuara la racha de ataques.
El siguiente desventurado fue el niƱo de 6 aƱos Harry Austin con quien Pomeroy evidenciĆ³ que su depravaciĆ³n aumentaba en espiral, aparte de la usual paliza, esta vez empleĆ³ su navaja de bolsillo para apuƱalar en brazos y hombros a su vĆctima. Se disponĆa a rebanarle el pene cuando fue interrumpido ante la cercanĆa de unas personas. Pocos dĆas despuĆ©s atacĆ³ al niƱo Joseph Kennedy a quien a la vez que aporreaba lo obligaba a recitar oraciones religiosas plagadas de obscenidades. A Kennedy le provocĆ³ una fuerte cortada en la cara con su cuchillo y luego lo llevĆ³ a la orilla del mar para echarle agua salada en las heridas. El chiquillo de 5 aƱos Robert Gould fue el siguiente en caer engaƱado por Pomeroy quien le habĆa prometido llevarlo a ver soldados, para luego someterlo cerca de una estaciĆ³n de trenes. Cuando amenazaba al chico con la punta de su navaja en el cuello, Pomeroy se dio cuenta que era observado por unos ferrocarrileros y tuvo que huir. Para fortuna de la policĆa Gould aportĆ³ pistas mĆ”s concretas, como que su atacante era un joven adolescente de cabellos castaƱos y un ojo totalmente blanco.
A fines de 1872 la policĆa efectuaba visitas a las escuelas del sistema pĆŗblico de Boston con la esperanza de encontrar al sĆ”dico bribĆ³n a quien creĆan, pronto se convertirĆa en un temible homicida. Un dĆa de Septiembre visitaron la escuela de Pomeroy, pero el joven Kennedy no podĆa identificar entre los alumnos a su atacante. Ese mismo dĆa que la policĆa habĆa visitado su salĆ³n, Pomeroy al regresar a su casa, decidiĆ³ darse una vuelta por la estaciĆ³n policial y al pasar tan cerca, fue sĆŗbitamente identificado por Kennedy quien continuaba con sus declaraciones. No esta muy claro el porque de esta conducta pero es muy posible que Pomeroy haya estado involucrado en una suerte de juego del gato y el ratĆ³n con la policĆa. Eso ha ocurrido muchas veces con psicĆ³patas de ese estilo. Cuando Pomeroy pasaba, Kennedy lo alcanzĆ³ a ver en la estaciĆ³n y logrĆ³ hacer que la policĆa persiguiera al sĆ”dico bribĆ³n que inmediatamente fue puesto bajo arresto. A pesar del intenso y severo interrogatorio, Pomeroy se mantuvo tranquilo clamando su inocencia en todo momento. Lo despertaron a media noche en la celda donde habĆa sido confinado y con la amenaza de ser encarcelado por 100 aƱos, finalmente Jesse Pomeroy se dio por vencido. Al dĆa siguiente fue llevado para que todas sus vĆctimas lo identificaran lo cual parece ser ocurriĆ³ sin mayor problema. Entonces lo que faltaba era que un magistrado le dictara sentencia. Como se esperaba, su madre testificĆ³ a favor de Pomeroy, porque no podĆa ser de otro modo. Cuando le preguntaron por quĆ© lo habĆa hecho, solo atino a decir "no pude evitarlo..." a la vez que agachaba su cabeza en seƱal de vergĆ¼enza. La sentencia fue el ingreso a un reformatorio juvenil hasta que cumpliera 18 aƱos, es decir la mayorĆa de edad. Madre e hijo psicĆ³pata abandonaron en lĆ”grimas la corte segĆŗn las crĆ³nicas de la Ć©poca.
El reformatorio juvenil Westborough se convirtiĆ³ en el siguiente hogar de Jesse Pomeroy. Aquel lugar albergaba a jĆ³venes infractores y a muchachos malcriados o difĆciles de tratar a quienes sus padres enviaban ahĆ para quitarse un gran peso de encima. Instituciones de este tipo difĆcilmente reformaban a alguien en esa Ć©poca. Simplemente el hecho de encerrar bribones peligrosos provocaba en ellos la apariciĆ³n de una mentalidad salvaje y oportunista en que los mĆ”s fuertes sometĆan al resto. En un lugar asĆ podrĆa florecer un chico listo y sĆ”dico como Pomeroy quien desde un principio entendiĆ³ que si deseaba salir antes de cumplir los 18 aƱos debĆa demostrar una conducta intachable. SegĆŗn se cuenta, viviĆ³ la mayor parte del tiempo en soledad pues los chicos mayores lo molestaban y los menores le trataban de hacer saltar, conscientes del porque estaba ahĆ recluido. La dura rutina de Westborough consistĆa en trabajos forzados y clases obligatorias diarias. Como un interno modelo Pomeroy evadiĆ³ eficientemente los castigos y las reprimendas, pero siempre estaba al tanto de todo detalle e incidentes cuando alguien era castigado. Tras quince meses de encierro el comitĆ© de libertad condicional aprobĆ³ su salida. Mientras Jesse purgaba condena, su madre hacĆa campaƱa por la liberaciĆ³n y exoneraciĆ³n de su hijo enviando cartas a las autoridades y a quien estuviera dispuesto a escuchar su punto de vista, sin embargo fue la buena conducta de Pomeroy que moviĆ³ a los magistrados juveniles a liberarlo.
Los Pomeroy prometieron esmerarse en la vigilancia de su hijo a quien habĆan dejado vagar mĆ”s de la cuenta. La seƱora tenĆa una tienda de ropa y su hijo mayor un puesto de periĆ³dico, negocios en los cuales emplearĆan al joven Jesse para que no perdiera el tiempo. A pesar de los horribles crĆmenes de que se habĆa acusado a Pomeroy, la policĆa consideraba que no se debĆa ser muy duro y por mucho tiempo contra el chico y que se le debĆa dar una oportunidad de redimirse asimismo. A ninguna autoridad se le ocurriĆ³ informar a nadie en la comunidad donde vivĆa Pomeroy, que Ć©ste habĆa sido liberado. La gente vivĆa bajo la creencia de que el sĆ”dico bribĆ³n del ojo blanco estarĆa bien guardado por varios aƱos. No pasaron ni los dos meses en libertad cuando Pomeroy atacĆ³ cuando la oportunidad se presento a la puerta de la tienda de su mama. El 18 de Marzo de 1874 muy temprano Jesse efectuaba la limpieza y platicaba con un empleado de apellido Kohr, de la misma edad que Pomeroy cuando llegĆ³ la niƱa Katie Curran a preguntar por un cuaderno de notas. La chica explicĆ³ que tenĆa un nuevo profesor y deseaba un cuaderno nuevo. Para su desgracia la primera tienda que habĆa visitado no tenĆa ya la mercancĆa solicitada. Inmediatamente Pomeroy urdiĆ³ una treta para tener a la jovencita. Dijo que quedaba un cuaderno pero manchado de tinta y que habĆa que buscarlo dentro de la tienda, entonces mandĆ³ al ayudante Kohr con el carnicero a conseguir comida para las mascotas dejando libre el camino para sus obscuros deseos. La inocente chica siguiĆ³ a Pomeroy a unas escaleras que daban a un especie de sĆ³tano en el edificio, confiada en la explicaciĆ³n de que abajo tambiĆ©n tenĆan una tienda. Solo al final pudo darse cuenta que habĆa sido engaƱada, pero era demasiado tarde. Fue sometida velozmente por Pomeroy quien con su navaja de bolsillo la degollĆ³ brutalmente. Cuando el cuerpo fue descubierto su avanzado estado de descomposiciĆ³n hizo muy difĆcil conocer el grado de daƱos que habĆa recibido. DespuĆ©s de asesinar a la pequeƱa Katie, Pomeroy se lavĆ³ la sangre y regresĆ³ al puesto a seguir trabajando como si nada hubiera ocurrido. El cadĆ”ver permaneciĆ³ donde lo habĆa dejado sin que nadie notara nada extraƱo hasta que la policĆa fue a rescatarlo. La madre de Curran comenzĆ³ a buscarla a la hora de que la niƱa habĆa salido de su casa. Su bĆŗsqueda resultĆ³ infructuosa y con escasa cooperaciĆ³n de la policĆa quienes en todo momento evitaron incriminar a Jesse Pomeroy en la desapariciĆ³n de Katie, a pesar de la declaraciĆ³n del ayudante Kohr y del turbio pasado reciente del sĆ”dico bribĆ³n. Luego apareciĆ³ un testigo que asegurĆ³ haber visto como Katie Curran habĆa sido introducida a un vagĆ³n de tren, entonces la policĆa determinĆ³ que se trataba de un secuestro y el caso quedĆ³ congelado.
La sed de sangre de Pomeroy estaba lejos de terminarse tras el crimen contra Katie Curran, poco despuĆ©s seguĆa en lo mismo, en busca de algĆŗn ingenuo chico a quien engaƱar con la promesa de dinero, dulces o lo que fuera para llevarlo a un sitio apartado donde asaltarlo. Y tal iba a ser el destino del chico Harry Field a quien le prometiĆ³ unos centavos por llevarlo a una calle que dijo no saber como llegar a ella. Una vez que dieron con el lugar, Pomeroy se tornĆ³ violento y amenazĆ³ al chico con matarlo si gritaba. Para la enorme fortuna de Harry ocurriĆ³ que cuando iban por la calle, un rapazuelo vecino de Pomeroy apareciĆ³ en el camino y comenzaron a gritarse de un lado de la calle a otro, ese momento fue aprovechado por Harry para huir corriendo y no parĆ³ hasta llegar a su casa.TrĆ”gicamente el siguiente niƱo en caer en las garras de Pomeroy no tuvo la misma buena suerte que Harry Field. El niƱo Horace Millen se encontrĆ³ con el sĆ”dico bribĆ³n en la calle y fĆ”cilmente cayĆ³ envuelto en las tretas que siempre aplicaba para llevar lejos a sus vĆctimas. Antes de eso, entraron a una pastelerĆa por un bocadito que felizmente iban comiendo ambos durante el camino a las partes pantanosas y solitarias del sur de Boston. Esta vez numerosos testigos vieron a la inusual pareja de "hermanos" caminar por las calles y fuera de la ciudad. Una seƱora testificĆ³ acerca de lo extraƱo que lucĆa el chico mayor, quien irradiaba una rara felicidad y excitaciĆ³n mientras caminaba de la mano del niƱo pequeƱo quien a su vez provocĆ³ extraƱeza por sus buenas ropas que portaba.
De acuerdo a Pomeroy, cuando llevaba a Millen de la mano hacia un lugar apartado casi no podĆa controlar sus impulsos y supo desde el primer momento que querĆa asesinar al niƱo de 4 aƱos. Esta vez querĆa estar seguro que nadie lo interrumpiera y por eso caminaron largo rato hasta llegar a un paraje arenoso donde se sentaron a descansar. Horace Millen aĆŗn no se daba cuenta que la promesa de ir a ver un barco de vapor no era mas que una excusa del sĆ”dico bribĆ³n para asesinarlo. Con su cuchillo de bolsillo Pomeroy descargĆ³ un furioso ataque a la garganta del inocente chico, a pesar del sangriento ataque, Millen no habĆa muerto y peleaba por su vida. De acuerdo al reporte del forense habĆa numerosas heridas de las llamadas defensivas en brazos y manos. Pero un niƱo de 4 aƱos gravemente herido no era remotamente rival de un joven psicĆ³pata. Se contaron hasta 18 heridas en el tĆ³rax y lo mĆ”s impactante fue ver como las uƱas de las manos estaban firmemente incrustadas en las palmas como evidencia de la agonĆa y atroz muerte experimentada por el niƱo Horace Millen. Cuando su cadĆ”ver fue lavado apareciĆ³ su ojo apuƱalado tambiĆ©n, asĆ como heridas profundas en el escroto lo cual indicaba el intento de castrar al niƱo.
Unos niƱos que jugaban en la playa descubrieron el cuerpo e inmediatamente avisaron a unos seƱores que cazaban patos en las cercanĆas. Para ese entonces la familia de Horace ya lo buscaba por todos lados y el padre de familia ya habĆa reportado la desapariciĆ³n a la policĆa. Para la noche a las 9, la familia era informada de la muerte de su hijo. Inmediatamente vino a la mente de las autoridades el sospechoso nĆŗmero uno, aquel chico despiadado que gustaba de torturar niƱos pero no podĆa ser posible que fuera el, dado que purgaba condena en un reformatorio juvenil. Tardo poco en que se confirmara la aterradora realidad, aquel sĆ”dico bribĆ³n habĆa sido puesto en libertad condicional no hacĆa mucho tiempo. Se despachĆ³ una patrulla a su casa y a pesar de las airadas protestas de Ruthann Pomeroy el chico fue conducido a la policĆa. Mostrando la mayor de las tranquilidades, Pomeroy resistiĆ³ el primer interrogatorio negando conocer acerca del crimen que se le imputaba. Sin embargo no pudo ofrecer una buena coartada, pues no tenĆa una explicaciĆ³n convincente sobre su paradero desde las 11 de la maƱana hasta las 3 de la tarde. Luego con su habitual frialdad fue dejado durmiendo en la celda de la comisarĆa. Mientras tanto los oficiales tomaron su calzado que tenĆa adheridos pastos del pantano y lodillo. Con los zapatos de Horace Millen y los de Pomeroy reconstruyeron los pasos de los chicos que los ubicaban a ambos en la escena del crimen. Mediante yeso compararon las huellas mĆ”s grandes coincidiendo a la perfecciĆ³n con las suelas del sĆ”dico bribĆ³n. Aquel procedimiento era normalmente aceptado en los procesos judiciales de la Ć©poca. Temprano al dĆa siguiente despertaron a Jesse y lo confrontaron con el hecho de que ahora lo podĆan ubicar sin lugar a dudas en la escena del crimen y le sugirieron ir a ver el cuerpo de Millen a la morgue. Obviamente el chico se negĆ³ rotundamente diciendo que Ć©l nada tenĆa que ver con el asunto. Sin embargo una vez puesto de frente al mutilado cadĆ”ver Pomeroy no pudo resistir la presiĆ³n y terminĆ³ por admitir su culpa. Entre sozollos admitiĆ³ "Lo siento, yo lo hice... por favor no le digan a mi mama!..." Los detectives le preguntaron si sabĆa que iba a ocurrirle a continuaciĆ³n a lo que respondiĆ³ que no sabĆa pero que por favor lo pusieran en lugar donde no pudiera hacerle daƱo a nadie. La acusaciĆ³n y la convicciĆ³n del crimen ocurrieron de manera expedita. Sin mayores trĆ”mites tanto la policĆa como los medios habĆan encontrado al culpable a quienes no bajaban de ser un monstruo de la sociedad y es que visto en retrospectiva, en realidad lo era. El comitĆ© de libertad condicional juvenil fue severamente cuestionado por haber liberado al sĆ”dico bribĆ³n.
Tras la detenciĆ³n de Pomeroy y la consecuente lapidaciĆ³n pĆŗblica de su familia, la seƱora Ruthann vio caer al suelo su tienda de ropa y sin embargo insistĆa en la inocencia de su joven hijo. Ya nadie se acercaba a su comercio a no ser para ver donde trabajaba el sĆ”dico bribĆ³n. Mientras ella caĆa en desgracia econĆ³mica sus rivales de enfrente ampliaban sus negocios de modo que le ofrecieron comprar sus locales. Cuando los trabajadores fueron a hacer las remodelaciones y adecuaciones encontraron en el sĆ³tano el cadĆ”ver putrefacto de Katie Curran. No hubo una sola duda acerca de la culpabilidad de Pomeroy en la muerte de la chiquilla. Pero si resultĆ³ entretenido saber si la familia estaba enterada al respecto. Cuando le informaron a Jesse sobre el nuevo muertito que le cargarĆan encima negĆ³ toda relaciĆ³n con el suceso, pero confrontado con el hecho de que su madre y hermano serĆan cargados con el crimen terminĆ³ por doblarse y confesar. Paso a paso el sĆ”dico bribĆ³n recordĆ³ los acontecimientos de esa maƱana cuando la niƱa Curran fue a comprar una libreta de apuntes a su tienda y de como la habĆa conducido abajo para poderla asesinar. No sabĆa porque lo habĆa hecho, solo querĆa observar su reacciĆ³n. La pena impuesta a los asesinos de este tipo en el estado de Massachusetts era la horca.
La defensa de Pomeroy se concentrĆ³ en el crucial debate acerca de la locura de su cliente o que simplemente estuviera mentalmente enfermo. Pero quedĆ³ definitivamente establecido que su defendido conocĆa y admitĆa que sus actos estaban mal, por lo que la batalla legal fue perdida sin remedio. Jesse Pomeroy fue sentenciado a la horca, sin embargo no hubo gobernador alguno que se atreviera a firmar la sentencia. Ya fuera por convicciĆ³n personal o por cĆ”lculo polĆtico en tiempos electorales la decisiĆ³n respecto al sĆ”dico bribĆ³n tomĆ³ mucho tiempo y continuos aplazamientos. Y es que era muy difĆcil para la autoridad ejecutar a un chico de 14 aƱos ¡JamĆ”s habĆa ocurrido la necesidad de ejecutar a un hombre tan joven en la historia penal de la naciĆ³n! Todos se iban pasando la patata caliente de mano en mano. Finalmente el gobernador Alexander Rice tomĆ³ una decisiĆ³n, tras escuchar el veredicto de un panel de asesores quienes recomendaban la ejecuciĆ³n como soluciĆ³n final a este molesto asunto pĆŗblico. Rice entonces aceptĆ³ que el castigo debĆa ser ejemplar pero no la pena capital y sin publicitar su decisiĆ³n, impuso la cadena perpetua para Pomeroy, no solo eso, esta debĆa ser cumplida en solitario. Era algo asĆ como enterrar vivo al sĆ”dico bribĆ³n.
Durante su encarcelamiento la Ćŗnica persona en visitar a Jesse Pomeroy fue su madre mes tras mes, hasta que ella muriĆ³ y nadie mĆ”s fue a visitarlo de nuevo. ComĆa solo y se ejercitaba en un patio sin que lo acompaƱara nadie. Le era permitido baƱarse unas cuantas veces y le era abastecida su celda con abundante material de lectura. Pronto su mundo fue un cuarto de acero y concreto condiciĆ³n en el cual permaneciĆ³ por 40 aƱos. Durante este tiempo estudio varias lenguas pero jamĆ”s tuvo la oportunidad de practicar ninguna realmente. Mucho tiempo tratĆ³ de planear un escape. Inclusive escarbĆ³ la pared hasta llegar a la tuberĆa del gas tratando de volar la puerta de su celda. Hay quienes aseguran que no trataba de huir, sino de terminar con su propia vida. En 1917 su castigo fue disminuido y se le permitiĆ³ integrarse a la poblaciĆ³n general de la prisiĆ³n. A veces resurgĆa su nombre en periĆ³dicos y de vez en cuando algĆŗn reportero preguntaba sobre su actual condiciĆ³n. Cuando fue puesto con los demĆ”s disfrutaba como nadie saberse aĆŗn celebre por las atrocidades cometidas hacĆa cuatro dĆ©cadas. Pero luego pasĆ³ el tiempo y los nuevos internos nada sabĆan acerca del viejo Pomeroy. En 1929 fue removido de Charlestown para llevarlo a un hospicio de la policĆa donde pasĆ³ los dos Ćŗltimos aƱos de su vida plagado de enfermedades y en franca agonĆa. Su deseo final fue ser cremado y que sus cenizas fueran esparcidas a los cuatro vientos. JamĆ”s mostrĆ³ remordimiento alguno por sus vĆctimas.
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