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El vía crucis nuestro de cada día

Fauna Política
El vía crucis nuestro de cada día
Por Rodolfo Herrera Charolet
Dicen que el hubiera no existe, pero también es conocido el viejo refrán que "no es un buen indio el que no se venga".
En Septiembre del año 2005, después de sufrir tres desmayos sucesivos, auxiliado por amigos fui trasladado al hospital del ISSSTEP, en calidad de bulto ensangrentado fui recibido en lo que llaman "sala de urgencias". Una enfermera "comiéndose una torta" exigió mi credencial de afiliado para ser atendido. Mi asistente buscó entre las bolsas de mi saco y encontró mi gafete de funcionario público. – Su último talón de pago, balbuceo la oficinista. – No lo trae consigo. No lo podemos atender si no trae esos documentos. Acostado en una camilla y con sangrado interno, manchas en el exterior y más pálido que una cera, hice señas para que me llevaran a otro hospital más cercano. Un médico que pasaba por el corredor ordenó que se me introdujera a la sala de atención, evadiendo la inconformidad de la encargada de "urgencias". ¡Con la pena! y contrario a la orden, fui introducido a esa famosa sala.
En el interior se ordenó que me "canalizaran" dos enfermeras se disputaban la hora de recreo o de salida, entre que querían y no, se hacían bolas. Fue hasta entonces que mi auxiliar exigió la atención correspondiente, responsabilizándolas de mi posible deceso informándoles que sufría un sangrado de tubo digestivo alto, con pérdida de sangre que ponía en peligro mi estancia en este mundo. Sorprendidas por el diagnóstico la increparon y tuvieron que dejar de chacotear para darme la atención debida. Hincando su atención médica con un cuestionario que desde luego no contesté ni estaba en condiciones de hacerlo. Mientras tanto, mi secretario de oficina, se entrevistaba con el Director General del Hospital. Poco tiempo después, por órdenes superiores la atención llegó ni tarde ni perezosa.
Realizados los análisis de sangre e internado en cuidados intensivos, con tratamiento y vigilancia médica, el sangrado provocado por una ulcera duodenal se interrumpió y tres días después, cuando debía ser trasladado a piso, preferí la "alta voluntaria". Por fortuna la crisis había pasado a ser historia y solo los cuidados y medicación adecuada serían factores determinantes para recobrar plenamente la salud.
Debo reconocer, a pesar del vía crucis, que la oportuna intervención del Director General del ISSSTEP, evitó que fuera tratado como indigente de algún suburbio desconocido y los servicios de salud se proporcionarán pronta y expeditamente.
En el año 2006, nuevamente, requerí los servicios de urgencias. Una obstrucción renal de más de 15 horas amenazaba mi salud. Sabedor de los requisitos que exigen en "urgencias" busqué mi credencial de afiliación y mi último talón de pago. Pedí auxilio a mi secretario de oficina para mi traslado, en virtud de que no estaba en posibilidades de hacerlo por mi mismo. Llegué ante la señorita de atención de "urgencias" – Su credencial… su último talón. Con intensos dolores en el bajo abdomen. Entregue lo solicitado. - ¿Quién es el paciente? - ¡Yo! – pasé a la sala de urgencias con el médico para que lo atienda.
Siendo las 8 de la mañana y habiendo esperado toda la noche previa la atención médica, minutos más o minutos menos, no me importó el cuestionario para ser atendido. Pasé al interior de la sala de urgencias. El cambio de turno parecía un asunto primordial, antes que atender a los pacientes. Así que me dirigí al mostrador que se encuentra al lado derecho de la entrada a la sala de urgencias. Explicado el motivo de mi urgencia, me indicó una enfermera que fuera al módulo de curaciones. – Sorprendido y molesto le pregunté su ubicación. La enfermera estiró el dedo índice indicándome que en la sala de urgencias hay un módulo de curaciones. ¡Uff! Menos mal. Porque cada paso que daba, parecía que se me caía aquello. Así que me dirigí hacia el lugar indicado.
En curaciones, una enfermera me preguntó el motivo de mi presencia y urgencia, así que le explique nuevamente mi historia de "obstrucción renal" por más de 15 horas. Me indicó entonces que me dirigiera nuevamente al mostrador de urgencias para la orden del doctor. ¿Cuál doctor? – es doctora. ¡Bueno!.
Exigí entonces atención médica, puesto que se trataba de una urgencia y no de un baile social o de entrevistas. Me dijo que me sentará a esperar, lo cual, no pude hacer porque tampoco sentadito aguantaba los dolores. Finalmente la doctora ordenó mi "curación" de "urgencia". Por favor desvístase. – Sip ¡Claro! Aquí. En ese momento de cambio de turno, enfermeras, auxiliares de limpieza y un sin fin de personas, pasaban, entraban y salía del módulo de curaciones. ¡ni modo! La urgencia es mayor, así que me despojé de mi pantalón-pijama y ¡Zas! Ya estaba preparado para la "curación". La enfermera se colocó unos guantes, destapó una bolsita y… otra vez ¡zas! Introdujo la sonda uretral (sonda Foley), colocada una 16, fue introducida una "tripita" unos 15 centímetros de medio centímetro. El dolor de esa "introducción" por lugares poco comunes, no se compara con el alivio, cuando el litro y medio de líquido amarillento y rasgos de sangre salieron. ¡UHF! De haber sabido, yo mismo me hago la famosa "curación" y no me aguanto más de 15 horas, dolores y malestares, y sobre todo… importunar los cambios de turno de los médicos y enfermeras.
Pasada media hora, vaciaron la bolsita y me indicaron que estaba listo para irme a casa. La amable doctora extendió la orden para ser atendido por el urólogo. Desde luego que no en ese momento, sino que debería sacar cita para que en algún tiempo de los próximos quince días fuera atendido. Mientras tanto, la sonda permanecería en su lugar… si ese… el menos propio.
Pero la historia de tener cita, ser atendido y otros asuntos de salud, son motivo de otro comentario. Por cierto que en mi calidad de burócrata se dice que no debo opinar sobre el tipo o calidad de servicios que recibo. Sin embargo, reconociendo que cuando aprobé la continuidad de los servicios del ISSSTEP y ese abultado presupuesto (que resulta insuficiente) en mi calidad de diputado en la LV Legislatura del H. Congreso del Estado, nunca pensé en la calidad de servicios que ofrecían, ni el vía crucis de miles de servidores públicos, que son maltratados por otros servidores públicos y mucho menos pensé ni por un instante, que algún día, sería víctima de mi propio Franky. Pero bien dice el viejo refrán "No es un buen indio el que no se venga".

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