Zavala y su
desobediencia partidaria
Por Rodolfo Herrera
Charolet
A la luz de los hechos,
Javier López Zavala, ha recurrido a un principio fundamental humano, de
expresar su inconformidad en la forma de hacer política de sus dirigentes,
quienes ante la verdad ciudadana, han dado espalda a los ideales que formaron
el partido, tras liberar los precios de las gasolinas y aumentar los impuestos
que conlleva dicho aumento y que lastima en gran medida los bolsillos de
quienes menos tienen. En un Estado en donde los recursos públicos se encausaron
en obras suntuosas no prioritarias.
Algunas voces
prestigiadas del Partido Revolucionario Institucional se han alzado, para
criticarlo y someterlo a un juicio interno, desprovisto de los elementos
necesarios para hacerlo. Toda vez que la militancia partidaria de un individuo
no lo limita en la expresión de sus ideas, deseos o en su caso amistades. El
hecho de coincidir y por primera vez, aceptar, que un adversario de otros
tiempos le asiste la razón, no significa traición. Es simplemente un hecho que
se reconoce en un momento presente, basado en un conocimiento de actuación ante
un problema en el que ambos consideran posible una solución.
La tolerancia de la
dirigencia partidaria, en gran medida se encuentra sometida a su propia
actuación, que en los hechos goza de total desprestigio, puesto que sus
componendas o faltas cometidas en agravio de sus militantes resultan evidentes.
Así que ante la falta de honestidad y transparencia partidaria, la
desobediencia militante puede ser efectivamente incorporada en el instituto
político, puesto que en toda democracia, en las voces de protesta se encuentran
las representaciones populares minoritarias, cuando estas en verdad son minoría,
no así cuando en los hechos representan a la mayor parte. ¿O acaso la mayoría
de mexicanos aprueban el aumento a la gasolina? ¿Acaso la mayoría de poblanos
aprueban las obras suntuosas y la carencia de las prioritarias? En los hechos,
la voz de protesta de Javier López Zavala se coloca en el sentir mayoritario de
la militancia PRIísta y su rechazo silencioso hacia sus representantes
populares que aprobaron tal golpe a su bolsillo. Así que Zavala es congruente,
en los hechos, con el sentir de la mayoría, no así con la burbuja de la minoría
encumbrada en los cargos públicos.
Sin embargo, ante las
voces inquisidoras en contra de quien busca justicia social hacia los miles de
mexicanos, asentados en territorio poblano, los límites de su desobediencia
civil están acotados por la voluntad, en gran medida, de los deseos del máximo
dirigente del partido, que es precisamente el ciudadano Presidente de la
República. En presidente, que en los hechos, su capacidad de respuesta se
encuentra entorpecida por los mandos intermedios que deben aportar soluciones
inteligentes, ante problemas concretos que han resultado ser verdaderos motivos
de descontento público. El PRI, ahora, es rechazado por una mayoría absoluta de
ciudadanos, colocándolo al borde de una inminente derrota en el 2018.
Zavala afirma que su
Causa es Puebla, socialmente responsable, comprometido con las causas
ciudadanas y con la fortaleza de dirigir su actividad por conducto de las
instituciones. Consciente de la diversidad social poblana que la integra, oponiéndose
a quienes promueven una política de confrontación y división interna en la
búsqueda del ejercicio gubernamental ejemplar de gobierno que cumplan sus
compromisos de cara a la sociedad.
Ante los resultados
obtenidos en Puebla, ante el silencio de las dirigencias partidarias, tanto
local (Puebla) como nacional y ante el hecho inédito de que el máximo dirigente
estatal resulta ser el concuño del gobernante en turno, emanado de partidos
opuestos al que dirige, resulta poco ético y en su caso sospechoso el silencio
ante los abusos cometidos. Es entonces cuando la congruencia encuentra sustento
en su voz de protesta y en la búsqueda incansable de alianzas que sean posibles
y en su caso viable. Porque si a nivel federal el PRI ya ha encontrado
coincidencias con el PANAL, el PT y otros partidos políticos, no sería extraño
que en Puebla pudiera, incluso, encontrar coincidencias con MORENA, cuando este
partido y su líder ya ha sido apoyado por el PRD y PT, mismos partidos que se
han aliado al PRI en otras entidades, comprobándose en los hechos que existe
más cercanía y coincidencia de ideales, aun cuando en algunos casos las
dirigencias en su fundamentalismo partidista no comprendan sus alcances.
Zavala está inconforme,
hoy, no ayer cuando otras circunstancias lo obligaban al trabajo cotidiano que
conocía. Inconforme ahora con una realidad injusta e insatisfecha con las políticas
públicas ineficaces, en los ámbitos que fueron aplicadas. Por eso, es que se
pronunció por tomar parte activa en las transformaciones que requieren nuestra
entidad, aun cuando se encuentra en los límites de la desobediencia partidaria,
que pretende castrar el intelecto y la actuación de sus militantes, ya sea por
componenda o relación familiar.
La desobediencia
partidaria de Zavala está limitada hacia una reivindicación claramente
especificada, se encuentra insatisfecho de la actuación de un gobernante ajeno
a su partido, que utilizó los recursos públicos en forma despótica e
irresponsable, con clara carga de corrupción e impunidad, con una claro ejemplo
de opacidad y sobre todo de soberbia, en donde los propios correligionarios ya
lo acusan de hacer uso de su influencia para imponerse hacia el interior de su
propio partido.
Y ante la complicidad y
silencio de sus dirigentes, Zavala debe esperar su actuación, en principio de
los integrantes de una burbuja beneficiada por su cercanía al poder y en otro,
por quienes consideran razonable recurrir a los resortes decisionales
incompatibles con los principios fundamentales del partido que representan y
que subyace en aquella institución democrática que en algún momento creyó su
cuna.
Zavala, en los hechos,
dirige su protesta hacia la autoridad ejecutiva del Estado, que es precisamente
contraria en ideología a su partido y en contra de la decisión legislativa y
luego ejecutiva en contra de actos de gobierno que resultan en menoscabo de la
población y por consiguiente de los militantes de su propio partido. En donde
resulta que la decisión tomada, que afecta a millones de mexicanos, están
apoyadas por la fuerza coercitiva del poder político de quien lo ostenta. Es
decir, para que exista congruencia y no se encuentre en una hipótesis de
expulsión (si importara), la desobediencia partidaria de Zavala debe estar
dirigida en contra de una injusticia, ya sea directamente cometida por el poder
político o indirectamente, esto es, cuando esté apoyada con su fuerza pública,
y no en contra de actos de particulares.
Como el actor y
promotor de la desobediencia partidaria, aspira recuperar para su partido el
poder público, resulta ser no sólo un líder natural de opinión, congruente, con
la posición que debería tener su dirigencia, que resulta anodina y subordinada
a un poder invisible, pero que existe por la forma en la que actúa, o más bien,
por la falta de actuación y respuesta tardía.
Así que el ahora rebelde
de la sumisión partidaria, resulta congruente con el consenso de la mayoría, al
manifestar su hartazgo hacia los representantes populares que votaron en contra
de la voluntad ciudadana y que sienten violados sus derechos humanos y que
sienten su rechazo hacia las instituciones por razones de justicia, en donde la
crítica y disenso es una forma democrática de aportar soluciones. Entonces la desobediencia
partidaria es congruente con los ideales democráticos que le dieron sustento al
partido, pero que las dirigencias y los integrantes de la burbuja en el poder,
han olvidado.
Zavala seguirá en esa desobediencia
partidaria, hasta que habiéndolos agotado, sea evidente que en esa lucha y en
ese partido no se logrará nada. De ser así, la decisión será tomada. No antes,
ni tardará tanto.
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