2016 0912 | Peña relanza la campaña de Trump
PROCESO / Domingo, Septiembre 11, 2016
El presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, salvó la tambaleante campaña de Donald Trump, candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos. La recepción y el trato que el mandatario le brindó en su visita a México permitieron a Trump presentarse ante el mundo –y especialmente ante sus connacionales– como un hombre de Estado.
Antes del auxilio prestado por el mexicano, la aspiración de Trump estaba prácticamente condenada al fracaso. Eso se evidenciaba en su declive en las encuestas electorales, el explícito abandono de muchos prominentes republicanos, la total recomposición de su equipo (que incluyó el relevo de su coordinador general), y una campaña que iba de crisis en crisis. Sus arrebatos, estridencias, ocurrencias, incoherencias y planteamientos absurdos o huecos mermaron las intenciones de voto a su favor. Su proyecto estaba a la deriva.
En ese contexto llegó la invitación de Peña Nieto.
El círculo cercano de Trump la recibió como una bocanada de aire: era la oportunidad de salvar la campaña. De acuerdo con información publicada en la primera plana de The New York Times el jueves 1, bajo el titular “Un temerario plan para levantar una campaña”, Dan Senor, un exasesor de Mitt Romney en su campaña presidencial de 2016, asentó: “La expectativa era tan baja que simplemente mostrarlo en el escenario junto a un jefe de Estado era un triunfo para él”.
Nunca como en esta ocasión las explicaciones, argumentos y mensajes del presidente y su gabinete para justificar la recepción a Trump hacen realidad el famoso encabezado de The Economist: “Un presidente que no entiende que no entiende”, aunque en aquella ocasión se refería a sus esfuerzos por superar el escándalo de la Casa Blanca.
Peña Nieto y su cada vez más reducido grupo de defensores tratan de explicar por qué fue invitado el abanderado republicano. Señalan que, en privado, el mandatario fue más directo y frontal de lo que fue en la conferencia de prensa, sostienen los supuestos logros de la reunión y respaldan las débiles y cuestionables posturas del mexiquense.
Ahora bien: no se dan cuenta de que nada de eso importa, porque al invitar a Trump lo reconocieron como interlocutor y, en automático, le dieron una estatura de hombre de Estado. Así, le prepararon el escenario para relanzar su campaña electoral y darle un nuevo aliento.
Tal como señaló en su editorial The New York Times, “Peña Nieto, en vez de reconvenir al señor Trump, lo trató como un jefe de Estado en una conferencia de prensa con atriles y palabras deferentes y melosas. (…) No hubo fricción en la ceremonia fotográfica, lo que permitió al candidato republicano, con serenidad y una voz engolada y segura, evadir cualquier ofensa a su base natural de votantes y humillar a México, al mismo tiempo”.
El gobierno mexicano –ni siquiera tenía que ser el presidente– y tal como lo demanda prácticamente toda la ciudadanía, debía levantar enérgicamente la voz para exigir a Trump una disculpa y contrarrestar su insultante campaña, que según el Times “dibujaba a México como una nación de violadores, narcotraficantes y estafadores que tendría que pagar por el muro fronterizo de 2 mil millas de longitud que el señor Trump construiría”.
Esa respuesta había que darla en los mismos términos en los que Trump profirió sus denostaciones, es decir, en el espacio público que conforman los medios masivos de comunicación tradicionales y emergentes; no se requería un diálogo directo entre desiguales (pues uno es un candidato en campaña y, el otro, una autoridad constitucional), ya que el objetivo de México es evitar que el estadunidense concrete sus amenazas.
En lugar de ello, Peña Nieto y su círculo cercano decidieron invitarlo a una visita, en la que el gobierno mexicano tenía todo que perder y nada que ganar. En contrapartida, Trump tenía todo que ganar y nada que perder. Como era obvio, Trump y su equipo no desaprovecharon la oportunidad y, aunque todavía es prematuro evaluar el impacto de este relanzamiento en las preferencias electorales, sí logró crear la atmósfera ideal para dar a conocer su proyecto antimigratorio ante una exaltada multitud de simpatizantes en Arizona.
Peña Nieto se convirtió en el mejor estratega electoral de Trump.
Tras la visita, el millonario podrá presumir que es capaz de encabezar las relaciones internacionales de su país, pues solventó su encuentro con el presidente mexicano sin choques ni conflictos evidentes y mantuvo sus posiciones de construir el muro y renegociar el Tratado de Libre Comercio. También difundirá que sabe interactuar con jefes de Estado y sostener conferencias de prensa conjuntas, ya que, como señaló The New York Times, “no cometió ningún error obvio durante su viaje a México ni violó ningún protocolo durante su aparición pública con Peña Nieto”.
Así, la actuación de Peña Nieto acrecentó la amenaza para México, ya que si como el propio presidente señaló en su entrevista con Denise Maerker (la misma noche del miércoles) las propuestas de Trump son una amenaza para México, Peña Nieto contribuyó a incrementar las probabilidades de que el republicano gané la presidencia del país vecino y, por lo tanto, sus promesas se conviertan en políticas públicas.
Efectivamente, y tal como Peña Nieto sostuvo en su blog oficial, su responsabilidad como presidente “es proteger a los mexicanos donde quiera que ellos se encuentren” y para ello debía haber respondido enérgica, firme y públicamente desde hace mucho, cuando se dio la primera agresión de Trump, lo que no hizo. Y únicamente en el caso de que el republicano resultara triunfador en las elecciones del próximo 8 de noviembre tendría que iniciar un diálogo respetuoso, pero igualmente enérgico y firme, para evitar que se concretaran los atropellos anunciados.
Pero el presidente de los Estados Unidos Mexicanos hizo exactamente lo contrario: calló y le preparó el escenario para relanzar su campaña, cuando más débil estaba, con lo cual incrementó el riesgo para México.
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