Fauna Política
Homicida con pedigrí
Rodolfo Herrera
Charolet
Ella se llama Yurí y
vestida de negro, con su pequeño en brazos, llegó ante el servidor público para
reclamar justicia, cansada, adolorida, desamparada, por si acaso apoyada
moralmente por la presencia de decenas de amigos que se dieron cita; en ese, el
edificio gris en donde se pide castigo, se tardan horas para recibir o atender
quejas o se dejan en libertad a los delincuentes.
La joven madre, demandó
justicia, como todas las hijas, hermanas y madres que lo han hecho, pero que
gracias al olvido, corrupción o negligencia de los servidores públicos, la
cárcel es para quienes no se defienden, los pobres o los tontos.
José Noé el papá de
Yurí fue asesinado, se dice que fue ultimado por un delincuente que ya lo hizo
costumbre, también se dice que se cambió el nombre, porque cuando secuestró y
encajueló a otro taxista hace poco más de 10 meses, llevaba aún el apellido de
su padre adoptivo, un ilustre notario, quien ante los lamentables sucesos en
carta pública se deslindó del homicida.
La torpeza del
estudiante de derecho de la Universidad Iberoamericana en Puebla, lo llevó a la
cárcel. La noche del 15 de septiembre (en el bicentenario de la Independencia},
Marco abordó un taxi y amagó a su conductor con un arma .38 especial y con ella
sometió a Gumersindo a quien introdujo en la cajuela de la unidad. Condujo el
taxi en forma errática, lo que provocó la sospecha de los agentes de vialidad
estatal. Tras la persecución por el periférico y la 11 sur, el delincuente chocó
y con el impacto dejó al descubierto su fechoría. Un juez “amigo” lo dejó en
libertad tras 10 meses de prisión y pagar una fianza de 290 mil pesos,
presuntamente readaptado y arrepentido de su “primer” delito, apto (a juicio de
juez) de reincorporarse a la sociedad.
La madrugada del martes
9 de octubre del 2011, Marco ahora llamado Juan Carlos, mató de un balazo en la
cabeza a José Noé, con una pistola 9 milímetros, lo encajueló y en su huida fue
interceptado por la policía en el taxi de su víctima, quien lo sometió y puso a
disposición del ministerio público. Fue en ese lugar, por circunstancias que nadie
conoce, pero que sospecha, que confesó el asesinato de otro taxista ocho días
antes, un ciudadano simple mortal, que se llamaba Ángel, a quien también le
arrebató la vida de la misma forma.
La prensa agregó a la
currícula del delincuente, que aceptó ser homosexual y haber violado a sus
víctimas. La carta del padre adoptivo afirma que necesita tratamiento médico,
como si se estuviera encausando su actuación a un problema psicológico y su
condena la purgue en algún hospital psiquiátrico, que sería un premio a la
infamia cometida.
La delincuencia de hoy
en día, no distingue orientación sexual, posición económica o fama pública. Que
parece importar a quienes imparten justicia, porque la ley que se aplica no es
siempre pareja, parece ser diferente a hijos de “ilustres” que a simples mortales, no
importando si esos hijos actúan peor que animales.
Mientras Yurí lloraba y
enterraba a su padre, Marco alias “Juan Carlos” iniciaba su reincorporación a
la cárcel, de la que nunca debió haber salido y de la que posiblemente podría
salir, si el hijo adoptivo del ilustre
padre recibe el apoyo de los “amigos”, porque no hay nada más terrible que un
vástago tras las rejas. Aún cuando muchas veces ese animal sea un homicida con
pedigrí.
¿O no lo cree
usted?
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