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¿Libertad de Prensa?


Fauna Política
Sin dedicatoria
Por Rodolfo Herrera Charolet
Estimado periodista:
Sus comentarios me han emocionado, porque, a través de ellas me he remontado a mis primeras publicaciones, en donde una de ellas me costó no volver a publicar en ese medio, y eso porque me referí a un diputado utilizando el famoso calificativo que inicia con la “P”. Con el tiempo, ese individuo siguió siendo “P” y dentro de su mediocridad, pero a juicio de muchos dejó de serlo, porque en la vida le pagó con parientes, que sin mucho figurar, lograron lo que él aspiró toda la vida.
Pues bien, retomando el hilo de mis emociones, que como usted puede observar, divago entre recuerdos, releo ahora más que nunca sus acuciosos comentarios, similares a los que hiciera cuando supe de su existencia, años pasados y otras épocas. Veo en sus escritos, aquel hombre que apostaba a la libertad de prensa y que sin cortapisas seguía el hilo de la historia, que en hechos aislados publicaba cotidianamente. En ese tiempo, la dictadura partidista había aflojado la rienda de la intolerancia, permitía ya la existencia (si se pude decir así) de periodistas obstinados en seguir de cerca el quehacer y deshacer de los políticos, muchos de ellos encaramados en las palmeras del poder que nunca imaginaron los vientos que los derribaron, como también sucedió a sus aduladores.
Exaltado en aquellos tiempos, con la ilusión de ser un periodista de su talla, comencé mis publicaciones, gracias le doy por anticipado, de ser uno de aquellos hombres generosos que le tendió la mano a un novel escritor de cuentos, relatos o sepa yo que tanta cosa le envié para que fuera publicado. Esa emoción aún perdura, aunque ya no escribo con la misma enjundia, no por temor al reproche o la posible demanda, sino que por no tener el dinero suficiente para pagar la multa y tener necesidades más importantes en casa, más aún si se escribe y se es criticón a diario.
Pero, sin temor a equivocarme, ya encontraremos la forma de evadir esa mordaza legal, que los flamantes representantes del pueblo aprobaron, aquellas sanciones que nos pueden imponer porque el juicio de algún político encaramado en su palmera, se siente ofendido o arruinada su reputación o carrera por haberse publicado algo que se comió, hizo o robó. Porque publicaciones de esa talla, como dijera el filósofo de mi pueblo; “eso si cala”.
Peor si los periodistas se meten en las alcobas, o escriben de lo que sucede en aquellos lugares, como aquel conocido colega, que entre sabanas revueltas y oliendo aún a sexo, escribía con tal entusiasmo que parecía que él había sido el papel sanitario que había estado presente en ese encuentro fugaz y muy privado, entonces entre realidad y fantasía, narraba los amoríos de damas, esposas y políticos, convirtiéndose por así decirlo, en el guardián de los matrimonios bien portados y en el cazador de encuentros, desencuentros, romances, amoríos, adulterios y otras tantas banalidades, que lo hicieron y también lo odiaron.
Pues bien, sigo el hilo (que rompo con recuerdos), lo veo, ahora que escribe; deprimido, perseguido, acosado y lo peor de todos los males, sin dinero de la publicidad o la dádiva del convenio gubernamental, aquel que puede ayudar a sufragar los gastos corrientes, que no siendo corrientes se vuelven el dolor de cabeza para cualquier periodista honesto. Pero así es el mundo del dinero y del poder en una democracia que sin llegar a la madurez, aún está sujeta al vaivén de su adolescencia.
Estimado amigo, aun cuando sea en ocasiones su peor crítico, no importa si el hombre del poder quiere tener de príncipe consorte al sucesor de su corona o coordine el ajuar de su casa o sea el amante en turno. Lo importante y no pierda de vista, que el pueblo no olvida y sigue teniendo hambre. Sí aquella encanijada hambre de justicia, de equidad, de oportunidades y sobre todo, una endemoniada sed de creer en alguien que les cumpla, porque tantos palos han recibido que ahora solo estiran la mano para recibir y soltar el voto, como mejor les place y amaneció el día, o como también lo dice el filósofo de mi pueblo, “de a cuanto mi siñor”.
Mi preocupación es y ese es el motivo de este cuento;  ¿Alcanzará el presupuesto del gobierno para comprar la mayoría de las conciencias ciudadanas?, pue que sí, pue que no. Eso es lo que importa, el manejo de los dineros públicos, que dicho sea de paso, la mayoría se gasta en nómina, luz y gastos corrientes. Pasándole al gobernante en turno, lo que a la Bartola con sus dos pesos.
Muchas veces me pasó por la cabeza escribir sobre la libertad de prensa, hacer un estudio de eruditos que al ser leído por algún letrado (si así fuera el caso), hiciera algún comentario, me mandara algún comunicado (no había e-mail en ese tiempo), para acrecentar mi satisfacción de escribir. Sin embargo, esa idea fue abortada, primero porque los medios impresos de los que disponía, no eran leídos por aquellos letrados, segundo porque ese humilde agrupamiento de letras que llevaban mi nombre no eran producto del comentario de un prestigiado crítico, de príncipe o bufón de gobernante en turno. Así que decidí escribir lo que deseaba en mi madurez o vejez recordar y que producto de la falta de disco duro en mi cerebro, quedaría bajo las toneladas de polvo del olvido.
En ese tiempo, cuando di mis primeros pasos, como el niño en su primer año de vida, hacia el oficio del escribano que publica, no tenía necesidad de pagar una inserción para criticar, ni tampoco ser dueño de un medio informativo para darlo a conocer, simple y sencillamente tenía amigos o conocidos que me dieron la oportunidad de hacerlo. Una oportunidad que sin duda, vale más que una cartera llena de billetes para sufragar los gastos, para que una crítica sea difundida.
Pues bien, estimado camarada –si me permite elevarme al pedestal que usted se encuentra, permítame recordarle que el ser un periodista honesto, suele ser una vocación frustrante, menospreciada, ruinosa para la economía familiar y sobre todo, tan riesgosa como enemistarse con algún forajido.
Para las democracias en construcción, como las páginas electrónicas que se encuentran en ese proceso, van al ritmo de quien las construye y no de quien las necesita, manteniéndose en construcción mientras el pueblo aguante. Porque no hay nada más nefasto para un déspota o un tirano, que la libertad de prensa y las libertades que se pueden ejercer dentro de la democracia.
Es por ello, que he distraído mi interés por las últimas noticias que se difunden en infinidad de medios informativos que dan cuenta de la hermosa actriz que enseña más cuerpo que lo que sabe de actuación y canto, por dirigirle estas modestas líneas, e ideas, que tengo sobre la famosa libertad de prensa, por ahora acotada, acosada o por desgracia… en algunos casos castrada.
Yo comparto su opinión. Es indignante el acoso que usted sufre, pero en este oficio que se ponga el chaleco a quien le quede, aunque se escriba sin dedicatoria.
¿O no lo cree usted?

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