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editorial

Fauna Política
Teófilo y “El Bigotes”
Por Rodolfo Herrera Charolet
Hay compañeros de escuela, familiares o amigos, que han sido “tocados” por la experiencia, marcando su vida en forma trascendente, para bien o para mal, estos son algunos recuerdos que escaparon al comentario de nota roja de esos tiempos, pero que han permanecido en la memoria de quienes vivieron el momento y que salvaron su vida por algún milagro.
Teófilo que nació el día que también se hacían celebraciones a Guarino, Gastón, Amando y Tito antes de que Pablo VI cambiara las fechas y mandara la celebración de San Tito para el 26 de enero. Estudió en la Escuela Primaria Melchor Ocampo, cuando el Profesor Cuanalo, alias “El Bigotes”, era el director de la institución en abril de 1955.
Teófilo nació y estudió sus primeros cuatro años en un pueblo de Oaxaca, cuando a su Padre lo trasladaron a Puebla por asuntos de trabajo –miembro del ejercito mexicano–, de esta forma inició su vía crucis educativo. La madre de Teófilo, se entrevisto con “El Bigotes” para que su hijo fuera aceptado en la institución a su cargo. Después de esperar dos horas para ser atendida, el maestro  encargado de la “educación” en esa institución, le informó que no había lugares disponibles; así que la afligida mujer recurrió a la fuerza de las “armas”, comentándole a su esposo el problema. Una tarjeta de un alto mando del destacamento militar, dirigida al secretario de Educación Pública, fue suficiente para que “El Bigotes” montado en su berrinche aceptara al nuevo educando. Pero su venganza fue, que al pobre de Teófilo lo mandó a tercero de primaria y no a quinto como le correspondía, con el pretexto que en Oaxaca la educación estaba más atrasada. Así que el niñito de quinto nuevamente estudió el tercero de primaria, pero en una “educación” a la poblana y en lugar de estudiar la orografía, hidrografía y división política del estado con mayor cantidad de municipios, aprendió rápidamente la de Puebla que tiene la mitad. Disponiendo de tiempo ocioso y servir de “auxiliar” de la maestra para revisar las tareas de sus compañeros. Así que Teófilo se convirtió, por su edad, estatura y aprovechamiento académico, en el líder del grupo y el cariño de sus profesores, porque descargando en él gran parte de su chamba, tenían tiempo para otros asuntos.
Un día Teófilo entró a los sanitarios de “niños” como todos lo hacían, corriendo y topándose repentinamente con el muro que se encontraba frente a la puerta y que permitía el acceso por dos de sus lados, ese muro que también podía ser trepado y entrar al baño a manera de obstáculo, sea por diversión o simple osadía de los chamacos desenfrenados de la época. Al recargarse en el muro, este osciló y amenazó en caerse, así que Teófilo informó a la dirección de la escuela, de aquel suceso, el mismo comentario lo hizo a la maestra de su salón de clase.
Días después, a la hora de la ceremonia, fue al baño y estando frente al mingitorio escuchó un estruendo tras su espalda, el muro de ladrillo había caído, hasta sus pies rebotaron algunas partes del grueso muro. Bajo los escombros yacían dos niños, que aplastados sangraban por todas partes. El Bigotes, que también era voluntario de rescate y primeros auxilios, entró alarmado; –¡Cuantos Muertos! ¡Cuantos Muertos!
Durante la noche Teófilo y los compañeros de la escuela, fueron al velorio, dos hermanos habían muerto, dos niños inocentes de la irresponsabilidad de las autoridades educativas de aquella época. El asunto no pasó a mayores, la familia de las víctimas aceptó la tragedia, las autoridades responsables perdieron el expediente, pero el recuerdo de aquella tragedia quedó grabado en los niños que vivieron el momento.
Después del sismo de 1985 se puso de moda la normatividad que incluye la “Protección Civil”, que sin duda, ha resuelto algunas carencias aunque “ahogado el niño taparon el pozo”. En cuanto a la educación de Puebla y Oaxaca, no hay mucha diferencia, porque los dos estados en índice de analfabetismo y escolaridad compiten por los últimos lugares. Tal vez “El Bigotes” ya se reunió con esos dos niños muertos, en el mas allá, pero lo que si es cierto es que su irresponsabilidad y testarudez le costó la vida a dos inocentes y marcó la vida de otros tantos.
¿O no lo cree usted?

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