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Recién nacidos

Fauna Política
Liviana y resbalosa como un pez
Rodolfo Herrera Charolet

El 12 de junio nació Rosario, antes que la examinaran minuciosamente nació su gemela, liviana y resbalosa como un pez que cayó al suelo, cuando la soltó la enfermera antes de que fuera colocada en la incubadora. Pero esto no es nada raro, porque a las enfermeras pasantes y embarazadas, que trabajan para los servicios de seguridad social, siempre les sucede una desgracia.
La hermanita menor de Rosario sobrevivió al impacto, no se sabe que implicaciones podría tener, aunque pueden ir de ligeras a graves. Eso solo el tiempo lo dirá. La declaración de las autoridades del instituto, fueron el sentido de que la responsable no era titular y que solo era una enfermera que estaba haciendo sus prácticas profesionales.
 Una reportera, al enterarse del accidente, preguntó insistente. –¿Qué ha pasado? ¿Por qué sucedió esto? ¿Quién es la responsable? Mientras la madre hospitalizada el corazón se le arrugaba en puño. Los compañeros solidarios del descuido solo atinaban en decir: ¡Nada, no! ¡Todo está bien!, la madre de las nenas solo respondía. – “¡Nenas y nada! ¡Silencio y nada! ¡Miserables! Lo que se es que, la tomó del lado izquierdo, se le resbaló y calló, unos médicos dijeron que unos de los “nuestros” la atendieron, la nenita saltando para delante a gritos.
La responsable no dio la cara, la madre dijo que todos se asombraron, porque no era un crío, sino dos; ¡Si eran dos!... ¡Coño!, gritó la mujer, le entró la desesperanza y siendo liviana y resbalosa como un pez, terminó en el suelo. Dicen que de chiquitos los nenes rebotan, que sus huesitos no son duros y que siendo elásticos resisten. Pero si caen de cabeza, ¡Dios Santo! No se que puede pasar.
Platicando de todo y de niños recién nacidos, reportera y curiosos, entre ellos yo. Recordamos la fatal caída del niño que la madre enterró en el jardín. Cuando aprehendieron a la mujer, dijo que el pequeñito murió de una caída cuando se le “zafó” de los brazos. Entonces nuestro comentario fue unánime, de nada le sirvieron los huesitos elásticos, que se dice, tenemos al nacer.
También nos enteramos del comentario que nos hizo, una de ellas que estudió medicina. Una vez una enfermera del instituto, para calentar al nene le acercó un foco, las quemaduras que sufrió el inocente fueron tan graves que tuvieron que intervenirlo quirúrgicamente. En otra ocasión a una enfermera también se le zafó el niño, pero cayó en la cubeta, desde entones le dicen el niño de la cubeta azul, quien salvó la vida de milagro.
Hay en otro instituto de seguridad social, una doctora que ahora es especialista, muy recomendada, que cuando hizo sus prácticas profesionales en una apartada comunidad. Con el mayor descuido de quien tiene prisa de encontrarse con su amante y no de atender la necesidad de salud pública de los que menos tienen, le aplicó una ampolleta de vacuna contra la tuberculosis a una pequeñita menor a un año, error por desconocimiento porque esa presentación debe aplicarse a veinte niños. No se sabe nada de esa niña, pero si de las andanzas de la doctora, como aquella que se recuerda cuando a un recién nacido solo le amarró el cordón umbilical y regresó la madre con su crío cuando vio que sangraba el pequeño. A pesar de estos “errores” la mujer gozaba de cabal impunidad y respaldo de su jefe o prometido, que ocultó aquellos “errores” del ejercicio profesional. Porque se dice, que “echando a perder se aprende”.
Por fortuna cuando yo nací, hace mas de medio centenar de años, la encargada de “cacharme” fue doña Elvira, una comadrona que atendía a las mujeres que estaban “por dar a luz”, para fortuna mía no me dejó caer y me tomó en sus brazos para depositarme sano y salvo en el regazo de mi madre, no obstante que era liviano y resbaloso como un pez.
Así que desde que nací soy un individuo con suerte.
¿O no lo cree usted?

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