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El ejercito como arma letal

Fauna Política

La nueva guillotina

Rodolfo Herrera Charolet

El gobierno de la república ante su ineficiencia para crear empleos y mejorar las condiciones sociales y económicas de la población, instauró un régimen de enfrentamiento, contra un enemigo que podría tener igualdad de fuerza bélica y que se mantiene en la clandestinidad.

Felipe Calderón Hinojosa inició su sexenio con un modelo de “guerra contra el crimen organizado”, que dista mucho de ser eficaz o novedoso. Ni es de creación propia, sino que el presidente de la República copió la fórmula de ofensiva que se ha repetido a lo largo de la historia, con el “agregado” suyo de ser una versión nativa y desordenada, cuya ejecución da como resultado miles de muertos –incluyendo daños colaterales–, sin mayor mérito que escaramuzas sangrientas y aprehensiones publicitadas.

 El uso de la fuerza del ejercito en su guerra frontal contra el narcotráfico, es de hecho la pena de muerte que se ejecuta en “caliente”, sin previo proceso judicial y empleándose el criterio de quien empuña el arma. Una nueva guillotina de una revolución trasnochada, publicitada por el gobierno federal, de probada ineficiencia.

Tras la detención de Édgar Valdez Villarreal, mejor conocido como “La Barbie”, el presidente Calderón difundió en red nacional un anuncio televisado, intercalando escenas de elementos de seguridad armados, un cuarto de guerra (tipo la cabaña de Tobi) de presunta alta tecnología (Como la del doctor Cerebro en las películas del Santo) y con entrevistas a familias que afirman que la lucha del gobierno federal “vale la pena. Tú eres la razón”.

El señor Calderón estaba orgulloso, sin duda, por su acierto en aprehender al jefe mafioso y justificar su guerra, pero que en nada ayuda a sofocar la violencia desatada en el país, en donde hay víctimas inocentes y luto en miles de hogares de servidores públicos y soldados que son enviados, armados hasta los dientes con equipo obsoleto, a enfrentar huestes fuertemente equipadas y especializadas con armamento de alta tecnología. Como si el gobierno federal quisiera crear las condiciones, para crear nuevas versiones de “David contra Goliat”, en donde los buenos tienen su charpe y los malos bazuca.

Al margen de la detención del “jefe mafioso”, el Presidente de la República, desarrolla una estrategia de campaña permanente no partidista, en donde lo importante es la justificación y no los resultados. En donde el asesinato premeditado realizado por el estado es el de la peor clase, puesto que el condenado al que se va a ejecutar en un enfrentamiento –inevitable– manifiesto en los resultados obtenidos y que se reflejan en las notas de policía y estadísticas probadas. Desde luego que el enfrentamiento bélico, del ejército contra los narcotraficantes, no es una opción fácil para el gobierno, pero es la única que conoce ante los niveles altos de corrupción y falta de talento para realizar reformas o acciones que solucionen la problemática.

Las “plumas” afines al régimen apoyaron al inicio del sexenio la decisión, pero de acuerdo a sus publicaciones, después de atestiguar los acontecimientos nacionales, han entrado en un estado de choque. Sin atender el fondo del problema los intelectuales aduladores, trataron de justificar inútilmente las decisiones presidenciales. A través de los “Diálogos” o “Foros”, el presidente Calderón Hinojosa, ahora expresa su desesperación por ganar la batalla, ante los choques sanguinarios y los miles de muertos que se suman y la brutalidad, con la cual, han respondido los grupos clandestinos.

El problema de la decisión presidencial reside en el uso del ejército como “arma letal” y el gobierno civil que se supone debe representar, y de que elementos justifican la decisión, en el instante mismo, que el cuerpo armado “ejecuta la orden” y que se será en el futuro inmediato una discontinuación esperada.

El retiro del ejército de las acciones que competen a cuerpos policíacos del orden civil, son decisiones presidenciales, que se arroparán como resultado “esperado” e inducido, de los “Diálogos” promovidos. Puesto que de continuar en esa dinámica, estaríamos ante una pena capital con una nueva guillotina.

¿O no lo cree usted?

 

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