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Amor en el ciberespacio

Fauna Política

Internet Peligroso

Rodolfo Herrera Charolet

 

Trastornada por aquel invento prodigioso, Cristina dejó su rastro todas las noches por el laberinto cibernético, abrió infinidad de puertas hacia su intimidad, dejando al descubierto su inocencia. Hasta que José Luis se dio cuenta y se puso en contacto con su Hi5.

–José Luis quiere ser tu amigo. –Haz “Clic” para aceptarlo. Tenía esa opción o rechazarlo y no ver las fotos de su nuevo amigo. Así que Cristina hizo “Clic” y lo aceptó. Muy pronto se comunicó con ella.

–¡Hola… como estás!  ¡Gracias por aceptarme!

Con el tiempo Cristina con la locura del corazón y su inocencia, fue cautivada por las palabras tiernas de José Luis, todos los días “chateaban” hasta altas horas de la noche. Intercambiaron chistes, fotos y recetas de amor. En cierta ocasión encontró su madre la puerta atrancada, y tocó varias veces, sabiendo que si Cristina no habría habiendo escuchado la primera vez, estaría allí hasta la última, y al cabo de una espera interminable entre gritos y amenazas de cancelar el servicio de Internet, Cristina abrió la puerta, quien se talló los ojos, como si no hubiera escuchado y hubiera acabado de desertar. Le dijo a su madre que había dejado la luz y la computadora prendida y que ella se había quedado profundamente dormida. Durante los días siguientes, por las mañanas se derrumbaba de sueño, porque gozaba en secreto de las confidencias de la noche anterior. Lo que Cristina no le dijo a su madre, es que ella se había hecho adicta al sexo “virtual” y que cada noche, “lo hacía” con su novio… también “virtual”.

En efecto, tras complicadas y perseverantes jornadas de “sexo” virtual, lo había conseguido el día que sería real y José Luis le propuso a Cristina que se vieran en un hotel de la ciudad de Puebla. Cristina nunca regresó a su casa, fue encontrada sin vida una mañana en la habitación del hotel “La Pedrera”. Desnuda sobre la cama, sus ojos se habían nublado para siempre y apenas tenía 14 años. Su madre utilizó sus ahorros de la fiesta de quince años para su entierro. Jose Luis la asfixió con una almohada presionándola. El sospechoso de asesinato de la niña de Ecatepec, fue acusado de haber utilizado una de las redes sociales virtuales (RSC) de contacto, una de tantas que existen en el mundo; Facebook, Hi5, Sónico, MySpace, Twitter, Netlog, Tagged, entre otras.

Las Redes sociales virtuales (RSV) buscan la relación entre actores que al interactuar comparten y disfrutan la oportunidad de conocer a otros, su cultura, afinidades o intereses. Sin embargo las redes sociales no están libres de intromisiones que corrompen el sentido social para el cual fueron creadas, siendo utilizada la información disponible en perjuicio de sus integrantes.

Los expertos en seguridad del mundo digital, afirman que hay demasiada información personal en la red, sin garantía de que esté bien resguardada o que su uso no provoque eventos de vulnerabilidad individual. Por lo general o como regla general, los usuarios de las Redes sociales virtuales no leen las condiciones de contratación, en su mayoría gratuita, ni tampoco atienden el cuidado que deben tener de mantener sus datos o imágenes personales en secreto. Parte del peligro en las redes sociales virtuales reside en que además de la información proporcionada, lo son las aplicaciones que se adicionan a cada sitio, así como a la vulnerabilidad en la que se coloca el actor o usuario cuando se encuentra en línea con el sistema.

Los nuevos tiempos obligan a todos a ser prudentes en el uso o abuso de los avances tecnológicos, a fin de no entorpecer nuestro propio desarrollo o vulnerar nuestra seguridad y de quienes nos rodean. Es responsabilidad de los padres, la atención que deban prestar a sus hijos, en especial el uso de estas nuevas tecnologías y formas de comunicación. Aún cuando esta recomendación no sirva para salvarle la vida a Cristina que se convirtió sin proponérselo en la nota roja del día, cuyo recuerdo ya ha quedado bajo el polvo de olvido y evidencia de la existencia de un Internet peligroso.

¡O no lo cree usted?

 

 

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