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Cuasimodo


Cuentitos
Cuasimodo estrella del circo
Rodolfo Herrera Charolet

“Entre más sube el chango, más se le ve la cola”
Refrán popular


La crónica de la fiesta de cumpleaños del chango fue todo un suceso, llenó las páginas de sociales; el chango brindando con los amigos lobos; el chango saludando al viejo elefante; el chango encaramado a lo alto de un trono. La enana engalanada con abalorios de fantasía, de brazo del cuasimodo portando su traje alquilado, haciendo reverencias al festejado. Era una fiesta inolvidable de animales y fenómenos de circo, quienes ya se conocían todos y todos se abrazaban una y otra vez, con tal efusión que parecía no haberse visto en años. Elogios, regalos costosos y baratos. Tarjetitas con recados y buenos deseos, algunos solicitando empleo en el circo.


El chango con su voz tipluda, fue ovacionado por el populacho que se arremolinó a su alrededor, cuando en versos mal hilvanados y recortados recitó “madre… solo soy un chango”. La gorda de voz ronca, no dejaba de gritar y daba manotazos, pensaron algunos que era una fanática del chango: Pero la verdad, es que se había atragantado y no podía respirar, hasta que el hombre fuerte y también fenómeno del circo, le apretujó de los callos del talle, lonjas a manera de cintura.


Esa noche el festín asado, no alcanzó para todos los invitados, algunos colados que supieron de la batahola, se conformaron con retratarse junto al chango de dientes para fuera, pagaron a fotógrafos, costosas placas para salir en la de sociales.


En las calles, niños acróbatas de la miseria, esperan la salida de los comensales, algunos apretados en carretas, otros conduciendo carruajes exquisitos. Salieron uno a uno, otros todos en tropiezo, pero ninguno reparó en su desdicha, ni en la de los anónimos habitantes de la calle.


Al fin, despuntando la mañana, fue vista una cola a lo alto de aquello que parecía un trono, era una montonera de basura y el chango que dormía la mona. Ninguno de sus aduladores quiso despertarlo, por temor a equivocarse y ganarse su enojo. En puntitas, todos, se retiraron evitando sentirse inmiscuidos en ese embrollo. Los niñitos acostumbrados a tantos deshechos, correteaban y golpeaban un gato flaco, que adolorido maullaba.


Fue así como el circo se deshizo del indeseable chango, que al retirarse dejó una montonera de basura. Ninguno de los aduladores quiso despertarlo, ninguno quiso perder el siguiente viaje, ni ensuciarse las manos por un chango que ahogado de borracho ensañaba la cola. En la siguiente fiesta, todos olvidaron la juerga anterior y nadie reparó en la ausencia del chango. Ahora la estrella del momento era el cuasimodo que de apariencia despreciable inundaba las páginas de sociales, embriagado por las luces destellantes que borraban su vista y elogios presurosos que inundaban sus oídos.


Así de pueblo en pueblo, fue pasando el circo y entre las montoneras de basura, de vez en vez, se olvidaron de animales. Algunos viejos, otros inservibles, pocos los muertos. Porque en el circo, no hay espacio para enfermos, rencores o calamidades, solo existe la memoria de cada acto. El sonreír y hacer piruetas, aunque solo sea para mantener el sustento, en tanto no se anuncie en páginas amarillas; se solicita fenómeno para estrella de circo”.


Recuerdo entonces varios consejos populares, citando solo aquel adagio, “entre más sube el chango mas se le ve la cola”.


¿O no lo cree usted?

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