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Los números de la muerte II


Fauna Política
Los números de la muerte II
José Rodolfo Herrera Charolet


“Ningún crimen tiene fundamento razonable”
Tito Livio


Los asesinos, ladrones o corruptos, son los nuevos diabl, edos de la colectividad, que beben la sangre de los indefensos, se visten con las curtidas pieles de sus víctimas sin temor al final de los tiempos y hacen de éste su mejor momento. Pero todo, parece ser, solo el comienzo.


Hoy en día la parca habita las grandes ciudades, ahora los delincuentes no se esconden en las sombras de la noche, ni ocultan sus rostros con mascaras o medias utilizadas en las piernas de las damas, ni respetan rangos militares, mucho menos si sus probables víctimas son sacerdotes, ancianos, mujeres o niños. Las fechorías de nuestro tiempo, se hacen ante los ojos de temerosos transeúntes que se esconden presurosos en las balaceras que parecen cotidianas.


El robo, asesinato, violación o pillaje, se realiza a plena luz del día, no importa si es un paraje, la calle principal de la ciudad o simplemente la acera o entrada de la residencia presidencial o dependencias de lucha contra la delincuencia. No hay temor alguno de ser capturados, ni se amedrentan ante nada ni nadie.


Cuando la sangre circula por las calles, como un torrente que empapa y mancha la vida social, la política se tambalea, poniendo en tela de juicio las acciones de las autoridades y cuestionándose las leyes. Ordenamientos obsoletos en su mayoría, he inexistentes por ahora los resortes que debieran contener tales atrocidades, la delincuencia con su mano armada, arremete contra al cuerpo social que sufre sus consecuencias.


Los morbosos números de la muerte, alocados pujan por romper los niveles antes rebasados y en sus jornadas de horror en los hospitales no alcanzan las camas, los archivos no aguantan expedientes y las manos torpes o lentas no se dan abasto para acumular en pilas olvidadas los miles de testimonios que diariamente narran la desgracia. Ya no hay ojos diestros para “dar el primer vistazo” o están tan cansados que desean el sueño del olvido.


Hay delincuentes que llegan esporádicamente ha caer en manos de policías y juzgadores, duermen algunos días, semanas o meses en los hoteles de paso, como así se les dice ahora a las cárceles mexicanas. Los delincuentes millonarios, prófugos la mayoría, algunos esperan ser extraditados, para finalmente ser “perdonados” o pedirles perdón por los errores de quienes debiendo procurar la justicia, la han distorsionado.


La descomposición del cuerpo muerto es creciente, los órganos de justicia no responden, cuando en las calles las balas penetran el cuerpo infortunado, algunos perdigones destrozan a las instituciones. Miles ya son los policías acusados, miles de millones son los fraudes perpetrados por un puñado de políticos. La nueva clase social que en México se gesta, es precisamente la de los amos del delito, hijos de la impunidad o la corrupción, con el inequívoco pretexto de la crisis o el desempleo.


Se dice que la criminalidad es la decadencia de occidente o simplemente agotamiento de la sociedad moderna, civilización condenada al exterminio, con jueces al parecer tuertos, que no ven un pueblo con hambre y sed de justicia.


Pero si usted cree que soy alarmista o que solo he pasado una mala noche, estos son los números de la muerte:


El Instituto Mexicano de Estudios de la Criminalidad (IMECO), informa que tan solo en 1998 ocurrieron en el país 1200 ejecuciones, cuyas víctimas fueron acribilladas, al menos 50 de ellas en la ciudad de México y 315 en Baja California. Datos de la Secretaría de Hacienda indican que anualmente son introducidos ilegalmente al país, solo por la frontera norte, 500 mil vehículos, operación realizada por siete bandas. En 1996 el robo de vehículos y autopartes dejó ganancias por cerca de 3 mil millones de dólares anuales y le sigue en importancia los atracos bancarios.
En 1995 el asalto a 413 sucursales, dejó ganancias por 107 millones 994 mil 137 pesos. De 1988 a 1995 se cometieron 768 atracos y fueron detenidos 3723 delincuentes, solo en Enero de 1996 fueron asaltadas 39 sucursales.


En el D. F. el presidente de la Comisión de Seguridad Pública, Armando Salinas Torre, informó que en 1998 el Ministerio Público recibió más de 239 mil denuncias, solo 22 mil fueron consignados, representando menos del 10 por ciento del total. En 1995 fueron detenidos a miembros de 635 bandas organizadas y hubo un promedio diario de 599 delitos, que incluyen: homicidio, violación, abuso sexual, robos a negocios, a casas habitación, a transeúntes, robo de autos, de niños y portación de armas prohibidas, entre otros. Las estadísticas criminales la ciudad capital arrojan de Enero a Diciembre de 1994 un total de 87 mil 297 presuntos hechos delictivos denunciados, en 1995 fueron 145 mil 487.


El director del Instituto Mexicano de Protección Industrial, Jorge Amigo, comentó que en 1998, fueron incautados 3.5 millones de productos de programas “piratas” para computadoras. En enero de 1999 inició el funcionamiento del Sistema Nacional de Identificación Criminal, de 74030 indagatorias iniciadas por la PGR en 1996, solo 8940 habían sido consignados ante un juez, lo cual representa el 12 por ciento.


El informe bianual del Observatorio Geopolítico de las Drogas 1995-1996, en el año de 1995, que cita como fuente al general Badillo Trueba, en ese año el tráfico generó ingresos en México por entre 26 y 28 mil millones de dólares, cantidad superior a la exportada legalmente por el país en 1992.


En 1994 las 10 entidades federales con mayor índice delictivo reportan: Distrito Federal 176,934 hechos; Estado de México 86 mil 831; Jalisco 72 mil 958; Veracruz 66 mil 229; Tamaulipas 45 mil 778; Chihuahua 44 mil 535; Puebla 42 mil 494; Guanajuato 42 mil 43; Chiapas 33 mil 660; Michoacán 36 mil 612.


En 1994 cada 47 minutos hubo un homicidio en el país. En el D. F. uno cada 4 horas. Cada 4 minutos había un delito con lesión en territorio nacional, mientras que en la capital cada 7 minutos. Cada 12 minutos robaban un auto en la metrópoli mas grande del mundo, en el país cada 2 minutos.


¿O no lo cree usted?

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