Fauna PolĂtica
Danzar con la muerte
El cholulteca de todo hace fiesta, ya sea la boda, el nacimiento de un hijo, los quince años de la señorita, el aniversario de la muerte de un ser querido o el dĂa de visita de su alma en los primeros dĂas de noviembre de cada año. Fiestas de la costumbre, como aquella que se celebra en Huejotzingo, el martes previo al miĂ©rcoles de ceniza.
Para celebrar la primera uniĂłn indĂgena realizada en el año de 1520 bajo las leyes del colono español, se hizo tradiciĂłn el “Carnaval de Huejotzingo”, en el cual se dramatizan los combates y la mezcla de castas provocadas por el “encuentro fortuito” entre indĂgenas y españoles. Los años se encargaron de modificar la comparsa y asĂ el recuerdo de la evangelizaciĂłn realizado en los siglos XV y XVI, moldeĂł la celebraciĂłn de las carnestolendas, retomando el recuerdo del rapto de la hija del corregidor y la defensa heroica del 5 de mayo, una mezcla de la reminiscencia de los valientes indios zacapoaxtlas (que ahora se sabe que dicho regimiento era de Tenanpulco) quienes descalzos y armados con machetes, vencieron ese dĂa al poderoso ejercito francĂ©s. Es un carnaval en donde los trajes multicolores, el olor de la pĂłlvora quemada y los estruendos ruidosos son el comĂşn y motivo de festejo.
Entre el gentĂo que se da cita, el ruido y la pĂłlvora, hay quienes aseguran que es un honor y tradiciĂłn familiar ser el “huehue” o “zuavo” del momento, juntar durante el año previo al Carnaval su “dinerito”, para que llegado el momento comprar una máscara que si no es antigua al menos sea de buena calidad, un traje a todo “mecate” y una mosquetĂłn de los “buenos”, mejor si hace mucho ruido, porque queman bien la pĂłlvora y es “seguro”. La realidad ha demostrado que entre pĂłlvora y el aguardiente, las manos amputadas proliferan, no se diga de los “muertitos” y otros sucesos, contándose año con año, decenas de heridos y al menos media docena de heridos graves o muertos.
En la milenaria Cholula, cuando en los años del cacicazgo obrero, se celebraba el carnaval de Huejotzingo, un muertito de “a perdis” enterraban cada año, “dizque” se les escapĂł un tiro, “quezque” se les atorĂł el gatillo. Eran los tiempos de don “File” que afilando el diente, parece ser que de sus enemigos se deshacĂa, pero los momentos de gloria de don FilemĂłn PĂ©rez Cázares, con el tiempo vinieron a menos. Sin embargo, mientras esto sucedĂa, en las calles cholultecas o pleno zĂłcalo, amanecĂan los muertos por “causas naturales” de no haber aguantado el tiro de gracia.
En dĂas de Carnaval, en Cholula era natural que velaran a quien pensaba diferente, fuera gente importante o indigente, porque no faltaba el compadrito que hiciera el “trabajito”. Por eso, en esos dĂas de juerga, los enemigos confesos del “lĂder” no paseaban por el zĂłcalo, por aquello de que la parca se disfrazada de “huehue” y entre risas y llamaradas, se le “chispaban” los tiros.
AsĂ la tradiciĂłn del “Carnaval” en Cholula y Atlixco, pasĂł a menos, porque en sus calles entre pĂłlvora y danzantes, se olĂa el miedo cuando la muerte danzante y pelando los dientes, buscaba un muertito que llevarse entre los enemigos del lĂder. AsĂ durante el segundo tercio del siglo XX, se marcĂł con listones de luto y lápidas en el camposanto, producto del desquite con mascara y la muerte que danzante reĂa y mataba a mansalva.
Por fortuna de nuestros pueblos, de caminos polvorientos y de ricas familias que ya fueron autoridades, nuevos tiempos llegaron y los caciques pasaron a ser cosa del pasado, terminaron los dĂas de la “muerte disfrazada de huehue” que entre el gentĂo danzaba llevándose su muertito diario, durantes los dĂas de fiesta del carnaval maldito.
Hoy en dĂa en torno a esos hombres disfrazados, las multitudes festejan el grito del “cuete”, ya sea por el estruendo o la alegrĂa que les causa la “muerte”, pero tambiĂ©n siguen habiendo niños que corren despavoridos, mujeres que ni pestañean y otras que en franca borrachera festejan a su “viejo” elogiando lo bien que les queda su traje de chillantes colores.
AsĂ las costumbres en el pueblo, se siguen festejando, algunas tan autĂ©nticas, otras solo una parodia de la tradiciĂłn milenaria. Un autĂ©ntico circo de calle, que entre risas y colores, los estruendos de cuetes se anticipan a la primavera. Fiesta permanente en la que viven nuestras gentes, en donde el olor a pĂłlvora desempolva recuerdos, algunos alegres y otros menos, pero todos de aquellos dĂas y de otros tiempos.
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