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Payasitos o Dragones

Por Rodolfo Herrera Charolet

Entonces fijé mi atención en un hombre que saboreaba un banquete que había encontrado dentro de una cajita “feliz” del McDonald´s, que alguna alma caritativa arrojó al cesto de la basura, que se colocó sobre la banqueta a pocos metros de la Iglesia de Nuestra Señora del Rayo. Sus andrajosas vestimentas (propias para la ocasión) denotaban que tampoco le haría el feo al residuo de papitas fritas que aún estaban embadurnadas de salsa catsup. Me sorprendió aquella escena, porque el hombre en verdad disfrutaba del aquel manjar que fue encontrado por milagro y no pasar el día sin alimento. El indigente Siguió escarbando dentro de la basura y posiblemente encontró alguna fruta mordisqueada, que había arrojado una señora, la cual compró con la vendedora ambulante que se instala en la esquina de la 9 norte. Ese día el mendigo hasta postre se llevó al estómago.

Mi ociosa observación se debe a que un “semaforazo” (choque entre dos o más vehículos en un crucero, en donde cada conductor alega que tenía el “verde”), esperaba la llegada oportuna de los agentes de vialidad. El aparatoso choque evitó mi libre tránsito por la Diagonal Defensores de la República. Así que observé a los niños, payasitos y dragones de la calle.

La señora “payasito” con sus tres naranjas haciendo malabares y el chiquillo rentado colgado en su cangurera, hacía su agosto, recogiendo las dádivas de los conductores que no podían avanzar. Afirmo que es rentado, porque cada día que he pasado por esa calle, el niño o niña, no es el mismo, al menos son dos o tres niños distintos que son asignados a ella y que posiblemente narcotiza para que puedan aguantar la faena diaria.

Antes de tomar la diagonal, sobre la calzada Ignacio Zaragoza y frente al centro comercial “Loreto”, media docena de limpiaparabrisas, son acompañados por un grandulón, que mechudo en maño, hace que quita el polvo de los autos. Es inútil hacerle señas de negativa, porque hace la mueca de “no ingescompa… y dame un peso pal chezco…” En el semáforo contrario, pasando la avenida, el flaquito que parece caerse desfallecido, limpia los parabrisas. En algunas ocasiones la misma señora payasito de la diagonal se da su “pasadita” en ese crucero. Cuando llega el “flaquito” que se sienta en la banqueta recargado en el poste, no hay “chance” de hacer malabares y se va a su lugar de siempre. Antes de llegar a esa esquina y “bajando del cerro” en el semáforo, hace su aparición otra malabarista con niño cargando, además de una señora entrada en años, que la hace de dragón, es importante señalar que esta señora “dragona” es ya famosa porque salió en la “tele” y parece saberlo, porque su trabajo diario lo hace con mucho orgullo. A mi me “brinca” porque sabe que me resisto a su chantaje, pero en ocasiones veo aquella cara tan negra de humo y los ojos tan enrojecidos, que no me queda otra que darle algunas monedas, pretendiendo colaborar en parte para la futura cura de su cáncer, contagiado de algún inexplicable remordimiento.

Pero siguiendo en la “Diagonal” el conductor inexperto o visitante de primera vez, puede llevarse un tremendo susto, porque una pandilla de jóvenes dan limpieza completa de “limpiaparabrisas” con tanta rapidez y exactitud, que pudiera asegurarse que son profesionales de alguna universidad patito, graduados desde luego, en alguna carrera rápida de mantenimiento o lavado automotriz. Esta pandilla de jóvenes entre 15 y 21 años, son muy organizados, unos limpian los vidrios delanteros, otros el trasero y alguno cobra la propina. En ocasiones el trabajo es dividido en dos o tres vehículos que aceptan el trabajo eventual de 30 segundos. En la siguiente esquina, otro malabarista, el de las bolas de fuego, presenta su show al caer la tarde. Ese personaje tiene otra historia y desde luego es motivo de otro comentario.

En esta realidad que nos arropa en forma cotidiana, aquella que muchos pasan desapercibida, se están gestando los futuros problemas sociales, graduados de la universidad de la calle, los futuros delincuentes aprenden a sobrevivir el al caos urbano y se hacen adictos la trabajo fácil sin responsabilidades. Un problema que es producto de la descomposición social y la falta de oportunidades laborales. También es la falta de una aplicación estricta de la ley y modificación de la normatividad vigente. Pero el mayor problema, estriba en el fomento que se hace a este empleo, porque mientras cuatro horas de ardua labor de estos payasitos, limpiaparabrisas o malabaristas urbanos, les otorga 400 o quinientos pesos por jornada, un trabajador especializado trabajando el doble de tiempo, frente a una máquina industrial, le proporciona una cuarta parte de ese ingreso, pero se dice que están empleados y forman parte de la Población Económicamente Activa, pagan impuestos y tienen seguridad social.

Pero mientras nuestros legisladores están preocupados por autorizar las bodas entre individuos del mismo sexo o preocupados por las campañas electorales, en la calle se fomentan las bodas de odio, entre sociedad y los payasitos o dragones de la calle.

¿O no lo cree usted?




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