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Guerra Sucia


Fauna PolĂ­tica
Guerra sucia imprevisiones del partido
Rodolfo Herrera Charolet


Como ocurre en una contienda electoral competida, la respuesta del adversario siempre llega por el lado de la guerra sucia. La influencia de los medios masivos de comunicación en el electorado, ha propiciado la incorporación de ingeniosos promocionales para denostar al contendiente. Cuando las campañas no eran de los medios y estos solo eran complemento de la campaña, los contendientes eran atacados con panfletos, anónimos, cartitas y fotocopias. El escarnio del populacho se convertía en un infiernito para los contendientes. Ahora los medios masivos de comunicación, nutren sus arcas con la guerra abierta de los candidatos de hacer públicos sus trapitos sucios.


El mayor temor de los contendientes es “bajar en las encuestas”, entonces deben recurrir al desprestigio del adversario a fin de remontarse unos puntos en las preferencias. La guerra sucia es una batalla sin reglas, sin escrĂşpulos, en donde el fin primordial es alcanzar el poder por el poder mismo.


El diseño de la estrategia electoral está conformada por etapas que van desde el “agandalle” de candidaturas hasta la previsiĂłn de respuesta a la guerra sucia.


La llamada “precampaña no autorizada” a la que llamo del “agandalle”, consiste en utilizar todo recurso disponible para promocionar la imagen personal, “posicionarla” en el interĂ©s pĂşblico bajo el rubro de “mejor conocido”. Para lograr los fines de “posicionamiento” la campaña puede salir de las arcas pĂşblicas (aĂşn cuando es una desfachatez e ilegalidad), puesto que los “fiscalizadores” de la legalidad se hacen de la vista gorda, cuando son miembros del mismo equipo o amigos del aspirante.


El recurso pĂşblico etiquetado como “comunicaciĂłn social”, difunde la imagen del mecenas, del hombre que la humanidad busca, del prĂłcer que en vida nos regala un guiño o su saludo. Son Ă­dolos con pies de barro que han transformado el servicio pĂşblico en una forma de servirse, de mantenerse en el poder y de justificar su ineficiencia.


La guerra sucia se encargará de evidenciar los despilfarros, los deslices o defectos del adversario. La precampaña no oficial puede servir para atemperar los ataques, o preparar la respuesta en el proceso crítico que representa el proceso electoral, el cual es, corto y minuciosamente fiscalizado.
La guerra sucia durante la precampaña ha evidenciado su ineficiencia y dar respuesta a ella resulta insuficiente. Por ello en la operación política se deben hacer las previsiones necesarias y en su caso la preparación de situaciones que se pueden presentar. Los chismes de alcoba resultan ineficientes y han demostrado simpatía de algunos grupos de votantes, sin embargo, los que se relacionan con ilícitos pueden representar serios problemas de imagen pública.


Cuando el aspirante es un servidor público, la difusión de irregularidades en el desempeño gubernamental, son instrumentos valiosos para los opositores, la propagación de los mismos revelan falta de previsión y deben ser abordados oportunamente, atender la problemática y en su caso tomar decisiones que pueden afectar a los amigos involucrados pero liberan al precandidato, desde luego deben de atenderse las reacciones de quienes se sientan ofendidos.


En la guerra sucia y en la precampaña, se ha demostrado que resulta insuficiente combatir a los interlocutores, en virtud de que se les alimenta su imagen pública a costa del desprestigio propio. Los recursos económicos resultan insuficientes ante una campaña negra o amarillista. La estrategia debe de retomar técnicas depuradas de difusión de ideas ligadas al candidato, llevar el discurso hacia la demostración de hechos. El personaje presidium o socialitos nutre el rechazo ciudadano. La foto del escenario prefabricado nutre la desconfianza.


Mientras la conducta individual del aspirante a ocupar un cargo público, no se conduzca en el deber ciudadano y dentro del marco legal, la guerra sucia representa un arma de alto calibre que nutre el rechazo popular. Los recursos económicos destinados a una campaña mediática, resultan insuficientes mientras no exista una estrategia político-electoral que atempere la conducta ilegal pero legítima del adversario. Artimañas que nutren el escarnio público y forman parte de los ataques formales hacia un sistema democrático que privilegie ideales y objetivos.


¿O no lo cree usted?

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